sábado, 1 de octubre de 2011

Mujeres de acero


Trabajadoras metalúrgicas usan sopletes mientras cuidan a sus hijos.

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Mujeres de acero
En Trinidad y Tobago, mujeres de bajos ingresos aprenden oficios tradicionalmente masculinos.
Por Daniel Drosdoff, San Fernando, Trinidad y Tobago


En el suburbio de Cocoyea cerca de la ciudad de San Fernando, la segunda ciudad en importancia de Trinidad, cinco trabajadoras metalúrgicas vestidas de guardapolvo azul, usan sopletes, alicates, martillos y abrazaderas para producir marcos de acero para camas, ventanas y puertas, además de cercas de metal y otros productos del hierro.
Organizaron una microempresa y trabajan en un taller para disminuir sus costos generales, mientras que promocionan su negocio distribuyendo volantes.
Éste sería un negocio más dedicado al trabajo en metal, pero aquí había algo diferente: todo el personal de la empresa, incluyendo propietarios y gerentes, eran mujeres. Ellas son graduadas de un programa experimental de capacitación femenina orientado a generar oportunidades de trabajo en sectores en que las mujeres tradicionalmente eran excluidas.
“Yo quería hacer algo por mi cuenta”, dice Ruffina Edwards, 42 años, madre de seis niños y presidente de la empresa metalúrgica Women of Steel (Mujeres de Acero).
Dirigir un taller desde su propio hogar, “me hace más fácil cuidar a mis niños”, agregó.
Angela McFarline, de 43 años, secretaria de la empresa y madre de seis niños, dice que ella aprendió a soldar para superarse. “Y me gusta el trabajo”, añade.
El futuro de esta pequeña empresa iniciada en marzo de 2004 no es seguro desde ningún punto de vista. Las órdenes son pequeñas, cerca de tres cabezales de cama al mes, y la donación del Fondo de Desarrollo Comunitario de 21.900 dólares de Trinidad y Tobago (US$3.650) para empezar el negocio está a punto de agotarse. La competencia es intensa.
Estas Mujeres de Acero confían en poder generar más negocio, sobrevivir y eventualmente prosperar, a pesar de cierta resistencia de los clientes masculinos ante la idea de mujeres haciendo trabajos de herrería.
“Tenemos que promovernos de manera más agresiva en medios como la radio, llegar a una mayor audiencia”, dice McFarline, observando que en Trinidad el trabajo de herrería para la construcción de cercas, puertas, camas y decoración es muy popular.
Capacitación en trabajos no tradicionales. Las Mujeres de Acero deben sus nuevos trabajos a un proyecto experimental llamado Programas de Capacitación Femenina en Capacidades No Tradicionales lanzado en 2001 con la ayuda de una concesión de 1,5 millones de dólares del Fondo Multilateral de Inversiones del BID. Estos recursos financiaron el entrenamiento de un grupo inicial de 367 mujeres en el primer ciclo del programa durante 2001–2002, en que aprendieron técnicas en campos como plomería, tapicería, construcción, así como metalúrgica y otros negocios.
Posteriormente, a través de su Fondo de Desarrollo Comunitario, el gobierno financió dos ciclos más de entrenamiento para un total de 684 mujeres, y se está planeando un nuevo ciclo que capacitaría a 1.000 mujeres adicionales.
Las candidatas para la capacitación son seleccionadas entre los grupos más pobres, deben tener entre 18 y 50 años de edad, estar desempleadas o tener empleos parciales. La mayoría son madres, todas son pobres y muchas sufren discapacidades físicas, tales como deterioro auditivo. Otras han estado internadas en instituciones correccionales. Para ser aceptadas, las candidatas deben demostrar su compromiso de permanecer en el programa.
El entrenamiento dura seis meses y consiste en clases tres noches a la semana de 5 pm a 8 pm, y los sábados, y un mes de adiestramiento práctico en una firma de cooperación del sector privado.
Yearwood: ‘Pueden conseguir trabajo, empezar un negocio, recibir capacitación más avanzada o hacer nada’.
“Después de graduarse tienen cuatro opciones”, dice Marilyn Yearwood, coordinadora del proyecto del Ministerio de Desarrollo Comunitario y de Asuntos de Género. “Pueden conseguir trabajo, empezar un negocio, recibir capacitación más avanzada o hacer nada”.
Ella estima que cerca de 50 por ciento consigue un nuevo empleo o recibe capacitación avanzada, mientras que el resto sigue desempleado o regresan a sus antiguos empleos de tiempo parcial. “Muchas son nómadas”, agrega. “No es fácil seguirles el rastro; hoy están aquí y mañana no”.
Un trabajo como el de mi padre. En el barrio Upper Morant de Puerto España, tenemos a Sherma McDonald, de 31 años y miembro de una brigada femenina de construcción que pertenece a una microempresa llamada Executive Professional Associates (Asociadas Profesionales Ejecutivas, en español). Hace poco, ella y sus compañeras de equipo esperaban en vano la llegada de los suministros y herramientas que necesitaban para empezar a levantar una pared en un centro comunitario. El envío estaba atrasado y el grupo esperaba impaciente bajo la sombra.
“Me atrajo este oficio porque mi padre también trabajó en construcción”, dice McDonald. Hazel Cox, con 42 años y cinco niños, la apoyaba diciendo “Yo quería trabajar en este campo para demostrar a los hombres que las mujeres somos fuertes -que podemos levantarnos y hacer algo”.
Yvette Williams, de 43 años, madre de cuatro niños y coordinadora del equipo, dijo que consideraba a la industria de la construcción como “una verdadera oportunidad” y contaba que había formado una gran hermandad con sus compañeras. El grupo había trabajado anteriormente como asistentes encargadas de cuidar ancianos. El entrenamiento no tradicional que recibieron les dio la oportunidad de hacer algo más atractivo y más lucrativo, agregó.
El programa de capacitación tiene un propósito adicional al de promover la equidad y reducir la pobreza, dice Ian Ho-A-Shu, especialista del BID en programas sociales radicado en Puerto España. La creciente economía de petróleo y gas en Trinidad y Tobago ha producido un auge del sector construcción y la consiguiente escasez de mano de obra. “El programa llena los puestos de trabajo necesarios”, dice.
El Fondo de Desarrollo Comunitario. La capacitación no tradicional de mujeres es parte de un esfuerzo mucho mayor del gobierno para invertir en recursos humanos y reducir la pobreza a través de las actividades del Fondo de Desarrollo Comunitario establecido en 1996 con respaldo de un préstamo del BID de 28 millones de dólares.
Éste fondo lucha contra la pobreza en un amplio frente, enfocándose en grupos de bajos ingresos y financiando guarderías infantiles, cursos de formación profesional, infraestructura de pequeña escala, capacitación docente, conservación y distribución de alimentos para los pobres.
Una evaluación de medio término del programa CDF realizada por DAH Consulting, Inc. de Nueva York en 2002 indicó que el programa llegó a 515.000 beneficiarios desde su inicio en 1996 hasta 2001, aproximadamente un tercio de la población del país.
La evaluación incluía una encuesta que indicó que 43,1 por ciento de los beneficiarios afirmaban haber podido obtener empleo por medio de los servicios de CDF, mientras que 67 por ciento respondió que habían podido mejorar su condición económica debido a su participación en dicho programa. Al mismo tiempo, más de la mitad de los encuestados dijeron estar desempleados.
Edgar Zephyrine, director del programa, dice que el gobierno planea ampliar el CDF hasta 2007. Agrega que uno de los logros del proyecto ha sido el establecimiento de una coalición organizada entre el gobierno, las ONG y los empleadores para luchar contra pobreza, enfocándose en personas de bajos ingresos y los que sufren alguna discapacidad.
“Queremos cambiar a la gente de una esfera a otra, del reino de la pobreza y del desempleo al reino del trabajo y de la participación en la sociedad con destrezas para el desarrollo sostenible”, agrega.

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